Cuento Nuevo Empezar
Jan 20, 2023

Cuento Nuevo Empezar (primera parte)
Había una vez un hombre llamado Jorge que había tenido un accidente y había pérdido la memoria. No recordaba nada: Ni las caras de sus amigos o de sus familiares que lo habían ido a ver al hospital, ni menos sus nombres. De hecho no recordaba ni su propio nombre.
...El médico le dijo que era milagro que siguiese con vida a pesar del severo golpe que se había dado en la cabeza y que sólo ciertas funciones mentales podrían haberse visto afectadas. Agradecido pero a la vez, algo apesadumbrado por las palabras del médico, Jorge preguntó si podía volver a su casa, a lo cual el médico accedió. Pero no recordaba su dirección. Así que el médico se la escribió en un papel. Después de caminar unos 20 minutos, llegó a un barrio típico del centro de Nowa Huta. Se preguntaba cómo reharía su vida si de ella no recordaba nada. Al entrar al edificio, una vecina, la miró esperando un saludo, y al ver que éste no la reconocía siguió subiendo las escaleras con cara confundida. Al llegar a su puerta, puso la llave en el cerrojo y se abrió sin problemas. El interior era un lugar absolutamente ajeno, con unos muebles de madera muy sencillos, uno con puertas de espejo. La casa estaba relativamente ordenada pero con una capa de polvo en el suelo.
Jorge tenía 45 años y vivía solo en ese departamento de estilo comunista. Había olvidado preguntarle al médico si sabía algo de él. Empezó a revisar sus cosas para encontrar pistas. Cuando estaba en esto, tocaron la puerta: “Toc Toc Toc”. Al abrir apareció la cara amable de un hombre con el pelo crespo y grisáceo. Era Raúl, un amigo. Jorge por supuesto, no lo recordaba, pero no dudó en hacerlo pasar y ofrecerle un té. Tenía necesidad de hablar con alguien que le pudiese ayudar a entender su nueva circunstancia.
Su amigo era una persona cálida. Tenía una voz carrasposa que dejaba un eco de humanidad y de afecto en medio de la incertidumbre de su situación. Para Jorge, esta era una persona bondadosa pero desconocida. Sus palabras le causaban nostalgia de un pasado que ignoraba, pero que por el cual sentía una mezcla de respeto, agradecimiento y distante aceptación. Respeto y agradecimiento por haberle permitido llegar vivo hasta ese momento de su vida. “Sé que no recuerdas nada Jorge, el médico me dijo que el accidente te había hecho perder la memoria. Estoy aquí para ayudarte, soy un viejo amigo tuyo, me llamo Raúl. Me imagino que debes tener un millón de preguntas…”. Jorge lo miró con cara pensativa como saliendo de un letargo y respondió: “Es cierto que no te recuerdo Raúl, pero a través de tus palabras puedo darme cuenta que has sido un buen amigo.. Después de todo, no he perdido la capacidad de valorar a las personas por lo que éstas nos demuestran con sus acciones…
Vamos a la terraza, quiero decirte algo mientras disfrutamos del sol de la tarde.”. Se sentaron en un par de sillas de playa dispuestas en la terraza que Jorge había descubierto minutos antes de llegar Raúl. Era un tranquilo día de primavera y se sentía el aroma de las flores entre ellas, jazmines. “Adoro ese aroma que viene de las flores... Me doy cuenta que, a pesar que no te conozco, puedo confiar en ti totalmente. Estoy abierto al mundo y tú eres una hermosa parte de este momento, brindándome tu compañía y escuchándome ahí en paz.
He decidido no preguntarte nada sobre mi pasado”. Mirando a su alrededor, continuó diciendo “vivo bien aquí en mi departamento, quizá humildemente pero estoy vivo y sano, que es lo principal.” Raúl, en respetuoso silencio, pensaba para sus adentros: “Una vida de trabajo como para conseguir estas humildes condiciones de vida… Quería decirle que el departamento en que vivía no era de su propiedad sino tan sólo arrendado y entre la renta mensual de su departamento y la de la tienda en que trabajaba, se le iba más de la mitad de su sueldo. Pero algo lo retenía a decirle todo eso, y ese algo era el agrado de ver a su amigo hablar de un modo tan positivo y optimista. De hecho, no lo recordaba así en mucho tiempo… Raúl, había sido cliente de su tienda hace unos 15 años. La tienda de Jorge tenía toda clase de objetos curiosos como bolas de cristal, juguetes para niños, objetos de madera, relojes que se abrían y de los cuales emergía una figura. Era una verdadera tienda de cachureos entretenidos y hermosos. Raúl, había quedado cautivado con los elementos que allí encontraba porque siempre aparecían cosas nuevas y originales. Se había convertido en cliente frecuente, y había comenzado a interesarse por el origen de esos curiosos objetos. Al descubrir que era Jorge, quien los recolectaba de sus viajes, Raúl se quedaba conversando con él mostrando genuina admiración y así fue surgiendo entre ellos una amistad que se fue consolidando con los años. ¿Pero qué podía hacer su amigo ahora sin memoria? ¿Volvería a trabajar como vendedor en su tienda? ¡Quizá los objetos de su tienda le recordarían a sus viajes y vida pasada! - pensó Raúl.
“Vamos a dar un paseo por la ciudad” - dijo al fin. “¡Muy buena idea!” - respondió Jorge. Partieron entonces en dirección a la tienda, que como era de esperar, estaba cerrada porque Jorge era quien la atendía. Raúl se sentía frustrado de no haber previsto dicha situación, pero Jorge, ignorando completamente la intención de su amigo de reconectarlo con los objetos de su pasado, no vió motivo alguno de desanimarse habiendo tantas otras tiendas abiertas en el centro de la ciudad. Siguieron caminando entonces y llegaron a una tienda de música. En ella había toda clase de instrumentos: tambores, timbales y una sección llena de pianos eléctricos. Desde el fondo se escuchaba el sonido de un piano. Era una melodía intrigante pero hermosa. Raúl notó que su amigo parecía hipnotizado por la música, que escuchaba absorto. De a poco se fue acercando y Raúl lo seguía con atención. Ya cerca del pianista, se detuvo y siguieron escuchando. El pianista también se percató de su presencia dando una mirada de reojo a su nuevo público. Al cabo de un par de minutos concluyó y Raúl le aplaudió. El pianista se volvió hacia él con una sonrisa de agradecimiento y al retirarse, cedió su lugar al par de amigos para que éstos pudiesen probar el piano. Ni Raúl ni Jorge sabían tocarlo, así que Raúl se estaba preparando para marcharse cuando vio que su amigo se sentaba en el sillín y comenzaba a tocar la misma melodía que había escuchado. ¡Cómo era posible! Tan sólo habiendo escuchado la melodía una vez ya la podía tocarla. Raúl no cabía en sí de gozo e impresión de ver el nuevo talento de su amigo. Cuando éste concluyó le aplaudió muy fuerte. “¡Eso estuvo increíble, Jorge! ¡Tienes un nuevo talento!”. Jorge se volvió hacia él y se lo quedó mirando como tratando de entender lo que Raúl le decía. Luego con una sonrisa le respondió: “Así parece…”