libros libros2
English Spanish Polish

Blog Posts 2023

Los ojos del hermano eterno (1922) (2nda parte)

Julio 26, 2023

Los ojos del hermano eterno (1922)

[...]

Capítulo IV

Al anochecer, entró Virata en su casa y llamó a su mujer y a sus hijos. -Por espacio de una luna -les dijo - no me veréis. Despedíos de mí y no me preguntéis nada. La mujer le miró llena de zozobra, los hijos le miraron dulcemente. Virata los besó en la frente y les dijo: -Recluíos ahora en vuestras habitaciones. Que nadie me siga ni intente saber adónde voy cuando haya salido de casa. No intentéis saber nada de mí hasta que aparezca en el cielo la luna nueva.

...

Los ojos del hermano eterno (1922)

Junio 29, 2023

Los ojos del hermano eterno (1922)

La omisión de los hechos no nos libera de la acción. Ni por un solo momento nos quedamos libres de obrar. Bhagavad-gita, (Canto tercero) Qué es la acción? ¿Qué es la no acción? Estas interrogantes son las que turban con frecuencia a los sabios. Hay que poner toda la atención para obrar. Hay que poner toda la atención para no obrar. Hay que estar atentos, porque en lo más profundo de la no acción puede estar también la esencia del acto. Bhagavad-gita, (Capítulo cuarto)

...

Papelucho (1947)

Abril 3, 2023

Papelucho (1947)

"Es bueno dejar un diario cuando uno se muere para que la gente comprenda lo que uno era por dentro y conozca sus intenciones." Así explica Papelucho por qué escribe acerca de lo que sucede. Él es un niño, como todos los niños, que siente y que piensa como todos los niños del mundo, que tiene ideas geniales con las que evita aburrirse. Sus ocurrencias, como preparar un sándwich para un supuesto ratón goloso, adiestrar moscas para convertirlas en moscas mensajeras, montar un criadero de jaibas o crear una revista de chistes : Chistelandia, entre otras, siempre con buenas intenciones, son a veces incomprendidas por los mayores. Este Diario, el primero de la serie creada por Marcela Paz, nos introduce a la asombrosa imaginación, al corazón bueno y transparente, a la manera de describir sus pensamientos y sus sentimientos, de este niño de ocho años, quien se ha convertido en un clásico de la literatura infantil.

...

El paso del Yabebirí

Mar 24, 2023

El paso del Yabebirí

En el río Yabebirí, que está en Misiones, hay muchas rayas, porque «Yabebirí» quiere decir precisamente «Río-de-las-rayas». Hay tantas, que a veces es peligroso meter un solo pie en el agua. Yo conocí un hombre a quien lo picó una raya en el talón y que tuvo que caminar rengueando media legua para llegar a su casa: el hombre iba llorando y cayéndose de dolor. Es uno de los dolores más fuertes que se puede sentir.

...

Butoh and Contact Improvisation: Redefining the social phenomena

Feb 26, 2023

Butoh and Contact Improvisation: Redefining the social phenomena

In this essay I compare two contemporary dances: Butoh and Contact Improvisation (CI) arising from two different cultural, geographical, and temporal contexts but connected in the deconstruction and redefinition of main moral values within the current predominant ideologies. The choice of these two dances is not arbitrary. On the one hand, they are both contemporary dances sharing a set of common elements. On the other hand, I had the privilege of experiencing both dances in practice and thus, can express the abstract theory from an insightful perspective that takes into account my own observations and discoveries through movement. Although my experience in Butoh dance was limited to a one-week workshop by choreographer Daisuke Yoshimoto and a couple of collaborations with other Butoh dancers from Japan, where I mainly worked as a Japanese-English full-time translator, my experience with CI has been longer. I have attended CI lessons for over two year with choreographer Edward Rey at Przestrzeń Ruchu i Tańca Kontakt in Kraków. These experiences have had a great impact in my life, by allowing me to express myself artistically through dances that were open to my own possibilities and creativity.

...

Cuento La abeja haragana

Feb 17, 2023

Cuento La abeja haragana

Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo. Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.

...

Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado porque han perdido todos los pelos de rozar contra la puerta de la colmena.


Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:
—Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
La abejita contestó:
—Yo ando todo el día volando, y me canso mucho.
—No es cuestión de que te canses mucho —respondieron—, sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos.
Y diciendo así la dejaron pasar.
Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de guardia le dijeron:
—Hay que trabajar, hermana.
Y ella respondió enseguida:
—¡Uno de estos días lo voy a hacer!
—No es cuestión de que lo hagas uno de estos días —le respondieron—, sino mañana mismo. Acuérdate de esto.
Y la dejaron pasar. Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó:
—¡Sí, sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!
—No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido —le respondieron—, sino de que trabajes. Hoy es 19 de abril. Pues bien: trata de que mañana, 20, hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa.
Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar. Pero el 20 de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío. La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que estaría allá dentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo impidieron.
—¡No se entra! —le dijeron fríamente.
—¡Yo quiero entrar! —clamó la abejita—. Ésta es mi colmena.
—Ésta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras —le contestaron las otras—. No hay entrada para las haraganas.
—¡Mañana sin falta voy a trabajar! —insistió la abejita.
—No hay mañana para las que no trabajan —respondieron las abejas, que saben mucha filosofía.

Y diciendo esto la empujaron afuera. La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se veía apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más. Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían montañas, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia.


—¡Ay, mi Dios! —clamó la desamparada—. Va a llover, y me voy a morir de frío. Y tentó entrar en la colmena.

Pero de nuevo le cerraron el paso.
—¡Perdón! —gimió la abeja—. ¡Déjenme entrar!
—Ya es tarde —le respondieron.
—¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
—Es más tarde aún.
—¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío!
—Imposible.
—¡Por última vez! ¡Me voy a morir!
Entonces le dijeron:
—No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete.
Y la echaron.
Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se arrastró hasta que de pronto rodó por un agujero; cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.
Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una víbora, una culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacía tiempo, y que la culebra había elegido de guarida.
Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por esto la abejita, al encontrarse ante su enemiga, murmuró cerrando los ojos:
—¡Adiós mi vida! Ésta es la última hora que yo veo la luz.
Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que le dijo:
—¿Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas.
—Es cierto —murmuró la abejita—. No trabajo, y yo tengo la culpa.
—Siendo así —agregó la culebra, burlona—, voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer, abeja.
La abeja, temblando, exclamó entonces:
—¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres saben lo que es justicia.
—¡Ah, ah! —exclamó la culebra, enroscándose ligero—. ¿Tú conoces bien a los hombres? ¿Tú crees que los hombres, que les quitan la miel a ustedes, son más justos, grandísima tonta?
—No, no es por eso que nos quitan la miel —respondió la abeja.
—¿Y por qué, entonces?
—Porque son más inteligentes. Así dijo la abejita. Pero la culebra se echó a reír, exclamando:
—¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer; apróntate. Y se echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamó:
—Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
—¿Yo menos inteligente que tú, mocosa? —se rió la culebra.
—Así es —afirmó la abeja.
—Pues bien —dijo la culebra—, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que haga la prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como.
—¿Y si gano yo? —preguntó la abejita.
—Si ganas tú —repuso su enemiga—, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. ¿Te conviene?
—Aceptado —contestó la abeja. La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo: Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra. Los muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y les llaman trompitos de eucalipto.
—Esto es lo que voy a hacer —dijo la culebra—. ¡Fíjate bien, atención! Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zumbando como un loco. La culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado dormido zumbando, como les pasa a los trompos de naranjo, cayó por fin al suelo, la abeja dijo:
—Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.
—Entonces, te como —exclamó la culebra.
—¡Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero hago una cosa que nadie hace.
—¿Qué es eso?
—Desaparecer.
—¿Cómo? —exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa—. ¿Desaparecer sin salir de aquí?
—Sin salir de aquí.
—¿Y sin esconderte en la tierra?
—Sin esconderme en la tierra.
—Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como enseguida —dijo la culebra. El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de dos centavos. La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así:
—Ahora me toca a mí, señora Culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando diga «tres», búsqueme por todas partes, ¡ya no estaré más! Y así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente: «uno..., dos..., tres», y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miró arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido. La culebra comprendió entonces que si su prueba del trompito era muy buena, la prueba de la abeja era simplemente extraordinaria. ¿Qué se había hecho? ¿Dónde estaba? No había modo de hallarla.
—¡Bueno! —exclamó por fin—. Me doy por vencida. ¿Dónde estás? Una voz que apenas se oía —la voz de la abejita— salió del medio de la cueva.
—¿No me vas a hacer nada? —dijo la voz—. ¿Puedo contar con tu juramento?
—Sí —respondió la culebra—. Te lo juro. ¿Dónde estás?
—Aquí —respondió la abejita, apareciendo súbitamente de entre una hoja cerrada de la plantita.
¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una sensitiva, muy común también en Buenos Aires, y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas se cerraran, ocultando completamente al insecto.

La inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a darse cuenta de este fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba de él para salvar su vida. La culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla. Fue una noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas contra la pared más alta de la caverna, porque la tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un río adentro. Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba la oscuridad más completa. De cuando en cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y ésta creía entonces llegado el término de su vida. Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio.

Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en silencio ante la puerta de la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseandera haragana, sino una abeja que había hecho en sólo una noche un duro aprendizaje de la vida. Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabricó tanta miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban:

—No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, si hubiera trabajado como todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche. Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos —la felicidad de todos— es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.

Cuento Nuevo Empezar

Jan 20, 2023

Cuento Nuevo Empezar (primera parte)

Había una vez un hombre llamado Jorge que había tenido un accidente y había pérdido la memoria. No recordaba nada: Ni las caras de sus amigos o de sus familiares que lo habían ido a ver al hospital, ni menos sus nombres. De hecho no recordaba ni su propio nombre.

...

El médico le dijo que era milagro que siguiese con vida a pesar del severo golpe que se había dado en la cabeza y que sólo ciertas funciones mentales podrían haberse visto afectadas. Agradecido pero a la vez, algo apesadumbrado por las palabras del médico, Jorge preguntó si podía volver a su casa, a lo cual el médico accedió. Pero no recordaba su dirección. Así que el médico se la escribió en un papel. Después de caminar unos 20 minutos, llegó a un barrio típico del centro de Nowa Huta. Se preguntaba cómo reharía su vida si de ella no recordaba nada. Al entrar al edificio, una vecina, la miró esperando un saludo, y al ver que éste no la reconocía siguió subiendo las escaleras con cara confundida. Al llegar a su puerta, puso la llave en el cerrojo y se abrió sin problemas. El interior era un lugar absolutamente ajeno, con unos muebles de madera muy sencillos, uno con puertas de espejo. La casa estaba relativamente ordenada pero con una capa de polvo en el suelo.

Jorge tenía 45 años y vivía solo en ese departamento de estilo comunista. Había olvidado preguntarle al médico si sabía algo de él. Empezó a revisar sus cosas para encontrar pistas. Cuando estaba en esto, tocaron la puerta: “Toc Toc Toc”. Al abrir apareció la cara amable de un hombre con el pelo crespo y grisáceo. Era Raúl, un amigo. Jorge por supuesto, no lo recordaba, pero no dudó en hacerlo pasar y ofrecerle un té. Tenía necesidad de hablar con alguien que le pudiese ayudar a entender su nueva circunstancia.

Su amigo era una persona cálida. Tenía una voz carrasposa que dejaba un eco de humanidad y de afecto en medio de la incertidumbre de su situación. Para Jorge, esta era una persona bondadosa pero desconocida. Sus palabras le causaban nostalgia de un pasado que ignoraba, pero que por el cual sentía una mezcla de respeto, agradecimiento y distante aceptación. Respeto y agradecimiento por haberle permitido llegar vivo hasta ese momento de su vida. “Sé que no recuerdas nada Jorge, el médico me dijo que el accidente te había hecho perder la memoria. Estoy aquí para ayudarte, soy un viejo amigo tuyo, me llamo Raúl. Me imagino que debes tener un millón de preguntas…”. Jorge lo miró con cara pensativa como saliendo de un letargo y respondió: “Es cierto que no te recuerdo Raúl, pero a través de tus palabras puedo darme cuenta que has sido un buen amigo.. Después de todo, no he perdido la capacidad de valorar a las personas por lo que éstas nos demuestran con sus acciones…

Vamos a la terraza, quiero decirte algo mientras disfrutamos del sol de la tarde.”. Se sentaron en un par de sillas de playa dispuestas en la terraza que Jorge había descubierto minutos antes de llegar Raúl. Era un tranquilo día de primavera y se sentía el aroma de las flores entre ellas, jazmines. “Adoro ese aroma que viene de las flores... Me doy cuenta que, a pesar que no te conozco, puedo confiar en ti totalmente. Estoy abierto al mundo y tú eres una hermosa parte de este momento, brindándome tu compañía y escuchándome ahí en paz.

He decidido no preguntarte nada sobre mi pasado”. Mirando a su alrededor, continuó diciendo “vivo bien aquí en mi departamento, quizá humildemente pero estoy vivo y sano, que es lo principal.” Raúl, en respetuoso silencio, pensaba para sus adentros: “Una vida de trabajo como para conseguir estas humildes condiciones de vida… Quería decirle que el departamento en que vivía no era de su propiedad sino tan sólo arrendado y entre la renta mensual de su departamento y la de la tienda en que trabajaba, se le iba más de la mitad de su sueldo. Pero algo lo retenía a decirle todo eso, y ese algo era el agrado de ver a su amigo hablar de un modo tan positivo y optimista. De hecho, no lo recordaba así en mucho tiempo… Raúl, había sido cliente de su tienda hace unos 15 años. La tienda de Jorge tenía toda clase de objetos curiosos como bolas de cristal, juguetes para niños, objetos de madera, relojes que se abrían y de los cuales emergía una figura. Era una verdadera tienda de cachureos entretenidos y hermosos. Raúl, había quedado cautivado con los elementos que allí encontraba porque siempre aparecían cosas nuevas y originales. Se había convertido en cliente frecuente, y había comenzado a interesarse por el origen de esos curiosos objetos. Al descubrir que era Jorge, quien los recolectaba de sus viajes, Raúl se quedaba conversando con él mostrando genuina admiración y así fue surgiendo entre ellos una amistad que se fue consolidando con los años. ¿Pero qué podía hacer su amigo ahora sin memoria? ¿Volvería a trabajar como vendedor en su tienda? ¡Quizá los objetos de su tienda le recordarían a sus viajes y vida pasada! - pensó Raúl.

“Vamos a dar un paseo por la ciudad” - dijo al fin. “¡Muy buena idea!” - respondió Jorge. Partieron entonces en dirección a la tienda, que como era de esperar, estaba cerrada porque Jorge era quien la atendía. Raúl se sentía frustrado de no haber previsto dicha situación, pero Jorge, ignorando completamente la intención de su amigo de reconectarlo con los objetos de su pasado, no vió motivo alguno de desanimarse habiendo tantas otras tiendas abiertas en el centro de la ciudad. Siguieron caminando entonces y llegaron a una tienda de música. En ella había toda clase de instrumentos: tambores, timbales y una sección llena de pianos eléctricos. Desde el fondo se escuchaba el sonido de un piano. Era una melodía intrigante pero hermosa. Raúl notó que su amigo parecía hipnotizado por la música, que escuchaba absorto. De a poco se fue acercando y Raúl lo seguía con atención. Ya cerca del pianista, se detuvo y siguieron escuchando. El pianista también se percató de su presencia dando una mirada de reojo a su nuevo público. Al cabo de un par de minutos concluyó y Raúl le aplaudió. El pianista se volvió hacia él con una sonrisa de agradecimiento y al retirarse, cedió su lugar al par de amigos para que éstos pudiesen probar el piano. Ni Raúl ni Jorge sabían tocarlo, así que Raúl se estaba preparando para marcharse cuando vio que su amigo se sentaba en el sillín y comenzaba a tocar la misma melodía que había escuchado. ¡Cómo era posible! Tan sólo habiendo escuchado la melodía una vez ya la podía tocarla. Raúl no cabía en sí de gozo e impresión de ver el nuevo talento de su amigo. Cuando éste concluyó le aplaudió muy fuerte. “¡Eso estuvo increíble, Jorge! ¡Tienes un nuevo talento!”. Jorge se volvió hacia él y se lo quedó mirando como tratando de entender lo que Raúl le decía. Luego con una sonrisa le respondió: “Así parece…”

Jorge no buscaba la fama con el piano. Los aplausos y sonrisas que le brindaban sus oyentes, le causaban una mezcla de humildad, agrado pero también pudor. En el fondo, añoraba encontrarse solo frente a esos sonidos que le generaban emociones tan coloridas como misteriosas. ¿De dónde provenían esas emociones? Acaso no se trataba de reminiscencias de aquel pasado que creía haber olvidado por completo? ¿Era posible que la música le pudiese develar de a poco quién era antes del accidente y en quién se había convertido ahora?

Por un momento, cerró los ojos y dejó de tocar. Al abrirlos nuevamente en lo que podría haber sido un largo rato, se dio cuenta que se encontraba solo, tal como había deseado. Dejó entonces caer lentamente su cara sobre las teclas, como queriendo sentir más íntimamente su textura suave y parcelada. Recorrió sus dedos por ellas como quien acaricia a un gato, y pensaba en lo curioso de ese sistema de piezas rectangulares que tan ágilmente reaccionaban al contacto con sus pesadas manos. Estando en esa posición, se dio cuenta que se sentía algo cansado. Caía ya el sol de la tarde y por una ventana medio abierta, entraba una suave brisa que, afuera hacía resonar las hojas de los árboles. En su vaivén se reflejaban sobre el suelo de madera, toda clase de siluetas de luz y sombra acompañadas por un oleaje sonoro similar al que emiten los palos de agua. Relajado así, Jorge pensaba si realmente quería conocer su pasado o no. Volverían a su memoria episodios o personas importantes de su pasado, algún viejo amor? O lo que es peor, los viejos traumas o temores que le podrían haber impedido ser más libre entonces? O acaso éstos le permitirían aprender a vivir mejor? En cierto modo, prefería mantenerse en la ignorancia. La pregunta era, por cuánto tiempo? El pasado se formaba a cada segundo de conciencia desde su recuperación. Pensó entonces, estuve apunto de morir hace poco tiempo, pero ahora tengo una nueva oportunidad para vivir, y eso es lo que haré justamente: vivir. Es decir, abrir los ojos ante lo que se me presenta. En ese momento se escuchó una pequeña campanilla sujeta a la puerta para indicar la entrada de alguien. Era una mujer algo enjuta de alrededor de 48 años, de pelo liso, algo canoso y más bien corto. Tenía la mirada como perdida y la mente ocupada en sus rutinas planeadas. Miró a Jorge rápidamente y con familiaridad le dijo: “Al fin le encuentro!” “Ya es hora de que partamos. Estamos muy atrasados”. Sin que Jorge alcanzase a proferir una palabra, la mujer le tomó de un brazo y se lo llevó afuera. Ahí le esperaba un taxi con la puerta abierta. La mujer lo metió dentro y se despidió mientras el auto partía dejando a la desconocida en la distancia. Jorge le preguntó al taxista a donde íban. Este le respondió que al hotel Polonia.

sinopsis:
Jorge tiene un accidente y pierde la memoria. Sin embargo, su antiguo amigo Raúl intenta reconectarlo con su pasado llevándolo a la tienda que Jorge atendía antes del accidente. Al encontrarla cerrada, decide llevarlo a otras tiendas, entre las cuales había una de música que a Jorge le llamó la atención. Había un pianista tocando uno de los pianos de la tienda, y cuando este concluye, Jorge, que no sabía tocar antes del accidente, comienza a tocar la misma melodía que el pianista había tocado, prácticamente sin ningún error. Raúl entusiasmado se da cuenta que su amigo había desarrollado un nuevo talento. El médico les explica que se trataba del síndrome del sabio. Pese al entusiasmo que le rodeaba cada vez que tocaba el piano, Jorge prefería tocar a solas, ya que a través de los sonidos que emitía en el piano iba descubriéndose a sí mismo. De pronto una mujer desconocida entró en la tienda y lo metió en un taxi en dirección al hotel Polonia. Al llegar, Jorge fue recibido por gente desconocida que lo trataba con familiaridad. Eran antiguos compañeros de su época universitaria que se habían reunido para escuchar la presentación de Jorge sobre su último viaje por Indonesia. Ya en el podio, Jorge se queda mirando las caras atentas y entusiastas del público, sin reconocer a nadie.

Jorge respiró tranquilamente sintiendo el momento y luego dijo: “Amigos gracias por estar aquí. Sé que quieren escuchar mi relato sobre algún viaje; esa amable mujer me lo dijo. Pero yo no recuerdo nada, como si nunca hubiera estado en otro lugar”. “Mi viaje comenzó hace unos días después de un accidente que me hizo perder la memoria así es que no recuerdo absolutamente nada”. Mientras pronunciaba estas palabras, de entre los asistentes se veía casi perdida en la oscuridad la cara de una desconocida que lo miraba fijamente con cierta nostálgica tristeza. ¿Quién era esa mujer de pelo oscuro y ondulado de rasgos distinguidos y mirada profunda y misteriosa? Por un momento bajó la vista y al volverla se percató que la mujer ya no estaba… Sin alcanzar a decir nada, apareció su amigo Raúl en la puerta notablemente agitado por la corrida que lo llevó ahí y por tener problemas respiratorios a causa de su vicio de fumar. “Amigos”, exclamó entre suspiros, -“Jorge no está en condiciones de relatarles nada”. –“Sí, ya nos enteramos” respondió alguien de entre la gente. “Es terrible…” -“Bueno, para mí no” exclamó Jorge. “Me siento feliz de conocer a los que eran mis amigos”. “Con paciencia nos volveremos a conocer, a reconocer quizá… “Comencemos por ti”, dijo mirando a uno de los oyentes “¿Quién eres?”. “Yo soy Alberto, nos conocimos en los Himalayas hace dos años”. “Tú me ayudaste a instalar mi carpa y luego hicimos un fuego”. “Me contaste de tus problemas para encontrar el camino y yo te ayudé con el nepalés que domino bien gracias a vivir allí por algunos años. “Vale Alberto”, replicó Jorge, “prefiero no saber, quiero reconocerlos sin que me digan nada. Vamos al parque y haremos un juego: cada cual hará acciones que simbolicen nuestra relación pasada y yo las tomaré y resignificaré para nuestra relación presente”. Todos estuvieron de acuerdo.

Era una cálida tarde de verano y el parque rebosaba de belleza. Los árboles frondosos parecían saludar a los visitantes con el vaivén de su follaje por la suave brisa. Uno de los amigos se subió a un árbol y comenzó a cantarle arrodillado en una rama: Ohayo! ya vengo! No tardo! Ohayo! Jorge se sorprendió un poco porque el canto le vino sin darse cuenta de que su amigo se había subido a un árbol por el camino que recorrerían. Sin reconocer la música ni el mensaje ni la palabra Ohayo se sonrió y recibió al amigo en sus brazos al saltar este de vuelta. En esto, dos amigos lo tomaron de las piernas y de los brazos y le cerraron los ojos, lo pusieron delicadamente en el suelo y comenzaron a tomarle el pulso luego uno le vertió un vaso de agua en la cabeza y exclamando: “Ya respira!”. Jorge intuyó de que se podría haber tratado este acto pero sin pedir explicación vertió un nuevo vaso de agua en los dos amigos que le habían representado el acto. De pronto apareció una muchacha con un ramo de flores que había sacado de algún lugar del parque se las entregó y pidió su mano para bailar. Jorge la tomó y sus amigos cantando una especie de waltz acompañaban a los bailarines. Jorge se dejaba llevar por la muchacha que también bailaba otros amigos comenzaron a bailar también y luego todos estaban bailando y cantando. Al terminar el baile, Jorge miró a la muchacha como tratando de reconocerla más no vio en ella más que la sonrisa adorable de una desconocida, ya mucho más conocida después de ese baile. Se dieron un abrazo y Jorge pudo sentir la suavidad de ese contacto de aroma primaveral. Dejándose llevar por la liviandad del momento casi se olvidó de la mirada dramática de aquella otra que se había retirado de la sala antes de que pudiesen ir al parque. Continuaron los juegos y representaciones por toda la tarde todos se habían dejado llevar por ese espacio de creatividad y diversión. A veces ni los propios amigos podían adivinar entre ellos a qué hacían alusión las variadas actos teatrales pero eso a nadie le importaba. Al contrario, mientras más insólitas las representaciones, más gracia les causaban y a menudo terminaban riéndose a carcajadas y cayéndose en el pasto. Jorge se sentía dichoso de contar con amigos tan geniales cuya personalidad iba descubriendo de a poco. Pensaba que era una bendición desembarazarse de su pasado. Había sido un domingo inolvidable. Se despidió de cada uno de sus amigos y se quedó pensando cuando los volvería a ver. La mayoría ya casados con familia y trabajo de tiempo completo no podían sino hasta el próximo fin de semana. A Jorge le parecía un tiempo larguísimo aunque en el momento ni siquiera pudo dimensionar la duración de una semana. Jorge pensaba en que todos trabajaban y tenían familias excepto él. De pronto, le vino a su mente que él también debía haber tenido trabajo y familia al día siguiente temprano en la mañana quiso llamar a Raúl para preguntarle, pero luego se arrepintió con la idea de que la ignorancia es bendición. Sentía curiosidad de saber sobre su pasado para poder entender su presente y así construir su futuro pero ni su casa ni sus amigos le permitían dilucidar cuál había sido su trabajo ni sus relaciones familiares o si tenía familia siquiera.

Cuento Cachorros de Coatí y Cachorros de Hombre (del libro "Cuentos de la Selva")

Jan 20, 2023

Cachorros de Coatí y Cachorros de Hombre

Había una vez un coatí que tenía tres hijos. Vivían en el monte comiendo frutas, raíces y huevos de pajaritos. Cuando estaban arriba de los árboles y sentían un gran ruido, se tiraban al suelo de cabeza y salían corriendo con la cola levantada. Una vez que los coaticitos fueron un poco grandes, su madre los reunió un día arriba de un naranjo y les habló así:

...

Cuento "El loro pelado"

Jan 20, 2023

Cuento "El loro pelado"

Había una vez una bandada de loros que vivía en el monte. De mañana temprano iban a comer choclos a la chacra, y de tarde comían naranjas. Hacían gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un loro de centinela en los árboles más altos, para ver si venía alguien. Los loros son tan dañinos como la langosta, porque abren los choclos para picotearlos, los cuales, después, se pudren con la lluvia. Y como al mismo tiempo los loros son ricos para comerlos guisados, los peones los cazaban a tiros.

...

ONLINE EDUCATION

Dec 7, 2022

Online Education

The Internet has opened new possibilities for education. Many different e-learning, online learning, and distance learning initiatives have been introduced; their main aim is to use the Internet as a medium for the delivery of courses. While it cannot replace traditional education, online learning provides new possibilities for learning, especially when constraints of time and space impede physical attendance in class. At the same time, e-learing can support face-to-face education and create new forms of blended learning. ... Traditionally, education has been governed by national institutions. The accreditation of educational institutions, the recognition of qualifications, and quality assurance are all governed at national level. However, crossborder education requires the development of new governance regimes. Many international initiatives aim at filling the governance gap, especially in areas such as quality assurance and the recognition of academic degrees.

Spanish Grows to 500 million Native Speakers

Dec 29, 2022

Spanish Grows to 500 million Native Speakers

According to the newly-released Cervantes Institute’s 2022 yearbook Spanish in the World, the number of native Spanish speakers has risen to nearly 500 million (496.5 million—up about three million from last year) and if non-native speakers are added, the figure is 595 million—up by four million from 2021. ... At last month’s launch of the reports, Cervantes director Luis García Montero, said the new yearbook offered “optimistic data that commit us to work, but not to complacency,” and that its “interesting conclusions and contributions for the future” help us to “become aware of the importance of our language.”

About Me

Image

Some text about me in culpa qui officia deserunt mollit anim..

Posts by Year

2024

2023

2022

Follow Me

Some text..